Ayer
sábado se publicó en el BOE el Real
Decreto-ley 16/2014, de 19 de diciembre, por el que se regula el Programa de
Activación para el Empleo, que supone la traslación normativa del acuerdo entre
el Gobierno y las partes sociales firmado el pasado lunes 15 diciembre en el
Palacio de la Moncloa. No voy a poner en cuestión la necesidad de la norma ni,
en consecuencia, el trance de la fotito del lunes. Solo voy a plantear un par
de comentarios que me parecen importantes a la vista del contenido de la norma de
urgencia y que ponen de relieve algunos problemas. No tanto de técnica normativa
–que es la justita- sino de cuestiones de fondo.
Empezando casi por el final, me llama la atención
que se rescate del baúl de los trastos viejos la exoneración de las
cotizaciones en el caso de suspensión o reducción de jornada por fuerza mayor,
veintidós años más tarde. Porque esa exoneración es, en efecto, un trasto
viejo. Habría que reflexionar en serio de una vez sobre las palancas de
mantenimiento del empleo en torno al art. 47 del Estatuto de los Trabajadores y
sus consecuencias en términos de Seguridad Social, después de las frívolas
reformas de 2010 y 2012 en este tema. Rescatar un fósil no sirve para nada. Más
bien habría que articular una reflexión que, sobre todo, analizara con realismo
la situación de la pequeña empresa, que ni se plantea la suspensión casi nunca.
Y que debatiera con realismo sobre el acompañamiento público a suspensiones y
reducciones de jornada.
En segundo lugar, habría que preguntar por qué se
excluye del concepto de desempleado a quien trabaje por cuenta ajena a tiempo
parcial, con independencia de la jornada que realiza. Otra vez se nota esta
tendencia tan conocida hacia crear estímulos a la no ocupación y hacia desentenderse
de los trabajos marginales. Ya se sabe, hay muchas personas y muchas circunstancias
para las que trabajar no merece la pena. Está claro cuáles.
Tercero, y ya entrando en la cuestión más
enjundiosa. Como siempre, a estas normas les falta un hervor, y el más
importante. Todo lo demás –obligaciones de los desempleados, régimen sancionador,
cargas, incompatibilidades- está dicho. También, el contenido económico del
derecho. Pero falta la prestación en especie. El art. 6 tan solo balbucea los
lugares comunes y las frases hechas, que se resumen en dos: “tutor individual”
e “itinerario personalizado”. Ya está. Uno duda de cuántos beneficiarios del
programa van a tocar por tutor personalizado. Porque ahora las colas pueden ser
no en cada oficina, sino en cada tutor “individual” a la vista de los efectivos
de los servicios públicos de empleo. Pero, más en términos sustantivos, algún
día habrá que tomarse en serio cómo se hace eso de la “empleabilidad”, qué
compromisos concretos asume el SEPE al respecto, cómo se verifican y qué expectativa
de derechos les asiste a los desempleados. Es decir, qué mínimo de garantías de
empleo compromete el sistema y qué consecuencias tiene su frustración. Eso ya
está inventado por ahí fuera.
Y cuarto, llama la atención –bueno, debería de
llamar la atención- que no aparezcan por ningún lado obligaciones hacia los
servicios privados de empleo. Esos que se llevan la mermelada de los recursos
públicos de empleo. Claro, las agencias privadas con ánimo de lucro solo tienen
ese ánimo, lucrarse. Y, por lo tanto, solo tratar con los desempleados fáciles
de emplear. No con estos colectivos de parados de larga duración, que no son su
problema, sino del servicio público ¿Dónde están aquí los convenios de colaboración?, ¿cuántos tutores individuales deberían
prestar, vg., las empresas de trabajo temporal?, ¿cuáles son las experiencias y
capacidades que el sector privado debía poner a disposición de la causa?
Respuesta del Real Decreto-ley: ese no es su problema. Ni siquiera para que
tengan que pagar una piadosa contribución económica.
En resumen, solo espero que este Real Decreto-ley
haya consumido poco tiempo en su elaboración. Porque si, por encima, ha sido
trabajoso, es para echarse a llorar.
Que cierto todo lo que dice, no puedo estar más de acuerdo con sus palabras. Un saludo.
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