Las
concesiones a los euro-conservadores han sido totalmente inútiles en el
referéndum de ayer. El Reino Unido se va y todo el grupo de partidos xenófobos
lo celebra como un éxito propio, igual que otros gobernantes o candidatos bien
conocidos de otras partes del mundo. Se piden referenda similares en otros
Estados Miembros y se abomina de la burocracia de Bruselas. Pero este desapego
no es exclusivo del espectro político que más lo ventila. La verdad incómoda es
que solo el mundo liberal y pseudo-socialdemócrata defiende con claridad las
instituciones de la Unión. Yo mismo he estado afiliado hasta hace muy poco a
una formación política a veces despectiva para con la UE.
Las
concesiones del Consejo Europeo de febrero al Primer Ministro inglés ahora
cesante han sido vergonzosas, en particular en el aspecto social. La normativa
intergubernamental de control de la deuda ha sido una apisonadora de derechos y
ha empobrecido hasta el límite a las personas de los Estados en dificultades.
La ciudadanía europea es un cascarón vacío de contenido en la Europa de los
desiguales. La soflama de la invasión de extranjeros que ponían en peligro la
sostenibilidad de los países ricos ha sido una metástasis mortal que ha
enterrado la solidaridad de las clases populares en Europa. Hay que reconocer
que, en Reino Unido, ha sido la clase trabajadora la determinante del éxito del
Brexit. No han ganado los pijos como Boris Johnson, sino los desempleados de
Gales, los beneficiarios de los subsidios sociales de Notingham o los estibadores
portuarios de Grimsby.
Es decir, la extrema-derecha tóxica y tosca que crece en Europa ha vencido, por encima de los mass-media y de los poderes fácticos. Porque enfrente no había nada más que grandes dosis de shareholders, enriquecimientos desproporcionados, libre circulación de mercancías y tráfico de capitales, que deberían fluir libremente a espaldas del bienestar general. Esta es la idea grotesca de Europa que expresaban la mayoría de los tabloides británicos con la honrosa excepción de The Guardian/The Observer. La Europa de dos velocidades fuera del Eurogrupo, fuera de la Carta de Niza, fuera de la crisis de refugiados, la del asqueroso cheque británico…era la del sí. En el otro lado de la permanencia, un Partido Laborista acomplejado…y solo y convincente, el Scottish National Party. Enfrente, los otros tories, Nigel Farage y su Partido de la Independencia del Reino Unido ¡Al que se han agarrado los desposeídos!
Ahora se va el Reino Unido y nos queda una tristeza inmensa. Pero creo que también nos queda la lección bien aprendida: a los ciudadanos solo se les gana con más Europa social y más entidad e identidad europea. Se ha ido el factor moderador –yo diría el factor retardatario- británico. La receta contra la desbandada es una mayor integración de personas. Las cesiones a los euro-realistas, además de ineficaces, son contraproducentes. Los liberales del Partido Popular Europeo no tienen ninguna razón. Hay que exigirles que nos entreguen la antorcha de Europa de una vez.
Ahora circulan libremente las mercancías, los capitales y los servicios, pero no las personas. El viejo compromiso entre unos Estados que mantenían las prestaciones sociales y una Unión Europea que garantizaba las grandes libertades se ha roto porque ambas partes han incumplido. En consecuencia, hay que repensarlo. La UE tiene que ser la del salario mínimo, la de generar mínimos de subsistencia que neutralicen a los gobiernos de extrema derecha de Polonia o Hungría, por ejemplo. La de una mayor integración política que pueda sostener estándares de dignidad. O será eso o no será nada.
Toca
ahora generar identidad y sentido de pertenencia, para que los rumanos, los
búlgaros o los polacos se perciban exactamente como iguales de los demás. Para
que existan redes de protección social y derechos de los trabajadores con
niveles razonablemente dignos y homólogos en toda Europa. Solo así se le tapa
la boca a Farage, Le Pen, a Wilders y a sus cómplices del Este Orbán y Szydlo y
otros. Y solo así hay un futuro para Europa.
El mundo, a Dios gracias, parece que está cambiando. Lenta y de manera torpe, "tosca", como usted bien dice, pero parece que cambia. Y para mejor. El Brexit, el ascenso de la denominada "extrema derecha" (habría muchísimo que matizar en este aspecto) en Europa, Donald Trump o Putin... Son síntomas de una vuelta (todavía muy abstracta) a las raíces patrióticas y religiosas del pueblo trabajador. Sí, de ese pueblo al que a la izquierda le ha costado tanto conquistar, porque el pueblo no quiere "matrimonio homosexual", no quiere ideología de género, no quiere multiculturalismo, no quiere progresismo. No, el pueblo quiere Pan, quiere Patria y quiere Dios. El pueblo tiende naturalmente a la reacción (como la historia en siglos pretéritos ha demostrado) y la oligarquía, la casta y el Sistema en general, han tratado de imponer unas ideas ajenas al pueblo.
ResponderEliminarJusto cuando todo parecía perdido, cuando parecía que nos dirigíamos a esa tiranía del Gobierno Mundial hipertecnologizado, multicultural y relativista que predijo Aldous Huxley en "Un mundo feliz", se ha producido, contra todas las espectativas, una reacción popular. Se trata de una reacción quijotesca, sana y sincera que brota de lo más auténtico y autóctono del pueblo trabajador. Contra el aparato mediático que demoniza todo lo que implique una vuelta a ideas como la Patria, la familia o la Religión; el pueblo está reaccionando. Sí, repito, de manera torpe, heterodoxa y que muchas veces no comparto. (Personalmente, creo que los cambios que se precisan son muchísimo más profundos). Pero se está viendo una reacción que hace temblar al capitalismo progresista (en una palabra: liberalismo) que hoy nos gobierna.
Soy prudente, pues queda muchísimo. Espero que esta reacción no termine en una especie de fascismo nacionalista posmoderno (ideología hija de la modernidad) como vimos en el siglo pasado y que vaya verdaderamente a las raíces del problema que lleva imperando en el mundo más de 200 años. Todavía no hemos acabado con el tirano ateo y en la propia Roma, en lugar de tener a un Papa como Dios manda, un líder religioso y político que alentara la vuelta a la Cristiandad; tenemos al enemigo y principal cabecilla mundial del Globalismo sincretista y, por qué no decirlo, masónico.
Es posible que esto quede en nada. Es posible que incluso sean herramientas del sistema para fortalecerse a sí mismo o que, en el caso de que estas heterodoxas fuerzas lograran sus objetivos, no fueran a la raíz del problema que he mencionado anteriormente. Pero es un motivo a la esperanza cuando parecía que no quedaba nada.
Por último, no quería enviar esta opinión sin agradecer precisamente este espacio para poder expresarla.