13 oct 2014

¿Cómo subir los salarios? Solo el IPC garantiza el poder adquistido (Publicado en "La Voz de Galicia" domingo 12 octubre)

Los organismos internaciona¬les —en particular la OCDE y la OIT— están esta temporada expre¬sando lo que todos ya sabemos: la desastrosa ejecutoria del Gobierno de España y de las Administracio¬nes autonómicas en las políticas ac¬tivas de empleo. Las constantes alu¬siones a que es necesario mejorar la eficiencia de los servicios públi¬cos de empleo, los modelos de co¬locación, la política de subvencio¬nes al empleo o la aplicación de la garantía juvenil ponen de manifies¬to la incompetencia de nuestra cla¬se dirigente.

Pero estas consideraciones han quedado ocultas ante los grandes titulares y ante el énfasis que el director general de la OIT, Guy Ryder, ha puesto en que era nece¬sario un incremento de los salarios en España. El documento de esta institución España, crecimiento con empleo está repleto de matices y es susceptible de muchas críticas. Con todo, contiene reflexiones muy valiosas. En cuanto a los sa¬larios, pone de manifiesto la cono¬cida reducción de los mismos, no ya en términos reales, sino también nominales. Como ya comenté en otras ocasiones, el Gobierno espa¬ñol ha apostado, para recuperar la competitividad, por un modelo que aúne la seguridad jurídica de un Estado miembro de la UE y los salarios de un país bananero. Sin duda, han crecido las exportacio¬nes, pero se ha desplomado la de¬manda interna.

Desde el punto de vista de las re¬laciones laborales, la OIT enfatiza el descenso de la tasa de cobertura de nuestra negociación colectiva, por motivos ligados a la reforma del 2012. Básicamente, por la prefe¬rencia por los convenios de empre¬sa, por unas reglas de inaplicación muy poco rigurosas y por cierta invitación hacia las prácticas in¬formales que destila dicha reforma. Eso es grave en un modelo de nego¬ciación como el nuestro, que pre¬cisamente tenía entre sus puntos más fuertes que amparaba a más del 70 % de la población activa. Y el informe acentúa también que una tendencia hacia la descentra-lización del sistema incrementa las desigualdades y las injusticias en los salarios. Son las verdades del barquero, pero a veces es necesario que las escriba una prestigiosa ins-titución internacional.

PRODUCTIVIDAD

La recomendación de la OIT es con¬tundente: que suban los salarios «tanto como permita la producti¬vidad». En este escenario parece ser que se está renovando el acuerdo sobre negociación colectiva, que en su nueva versión debe cubrir el trienio 2015-2017. Poco ha trascen¬dido de la negociación, más allá de ciertas invocaciones recíprocas al esfuerzo de todos. La moderación salarial se asume como valor com¬partido de sindicatos y patronal, en unos términos que parecerían augurar un rápido entendimiento. Pero, a partir de ahí, se plantean la dificultades de la letra pequeña. La parte sindical quiere referenciar los incrementos salariales al IPC e introducir cláusulas de garantía salarial, aunque tomando en con¬sideración los factores de produc¬tividad y las propias circunstancias económicas de cada empresa. Todo con grandes protestas unánimes de que el primer objetivo debe ser no entorpecer la creación de empleo.

La música no suena mal, pero son necesarias algunas precisiones. La invocación a la productividad en el informe de OIT constituye un límite, no un parámetro de medi¬ción. No se pone en entredicho que deban existir complementos sala¬riales vinculados a la misma. Pero he leído en demasiadas ocasiones a economistas y a aprendices de expertos en relaciones laborales de¬fender que las revisiones salariales se referencien a la productividad y a los resultados de las empresas.
No estaría mal, pero eso solo puede funcionar en sistemas de relaciones laborales—como el ale¬mán— basados en la participación y en la implicación de los traba¬jadores. Porque, ¿está la empresa dispuesta a abrirle los libros de cuentas a los representantes de los trabajadores? ¿Pueden estos tener la seguridad absoluta de que no hay contabilidades B, tarjetas opacas u otras circunstancias sobradamente conocidas? Negociar a partir de ta¬les parámetros de productividad o resultados requiere mucha buena fe, mucha confianza recíproca y mucha transparencia informativa. Es decir, no me parece que concu¬rran las circunstancias objetivas, sin perjuicio de que sea necesario avanzar en que se configuren en¬tornos de mayor empatía.

INVOCAR LA INFLACIÓN

Por consiguiente, me parece razo¬nable —y necesario— invocar el IPC y garantizar el poder adqui¬sitivo de la clase trabajadora. Es más, auguro que a la parte empre¬sarial la propuesta no le va a causar demasiado rechazo. Es la historia de los años de crecimiento de la pasada década repetida: dosis de seguridad para los trabajadores a cambio de moderación salarial para las empresas. En épocas de crecimiento débil, tal vez tenga dificultades, que pueden soslayar¬se con las convenientes cautelas. Pero creo que es lo razonable y lo esperable. Por supuesto, sin negar que hay que mejorar cuantitativa y cualitativamente los complemen¬tos ligados a la productividad.

Y hay otro ingrediente más en el informe de OIT que no debe pasar desapercibido: su preocupación por que mejoren los mecanismos de representatividad de los traba¬jadores en los niveles más descen¬tralizados. También este pequeño detalle tiene mucho que ver con la reducción salarial que hemos pade¬cido los últimos años, a causa de que los acuerdos y los convenios de empresa se negociaban con repre¬sentaciones sociales muy débiles y muy vulnerables. Nuestro Esta¬tuto de los Trabajadores necesita una reforma urgente del modelo de comités de empresa y delega¬dos de personal. Porque uno de los pilares en los que se ha sustentado la reforma del 2012 ha consistido en remitir los centros decisorios de la negociación colectiva a los ámbitos en los que los mecanismos representativos de los trabajadores brillan por su ausencia. Si se quiere reforzar el nivel empresarial como ámbito de negociación colectiva, habrá que garantizar la existencia de representantes con derechos en el mismo.

Con todo, que el diálogo social fluya con normalidad es un sig¬no esperanzador, muy a pesar de los destrozos que la reforma del Partido Popular causó en nuestro modelo de relaciones laborales. Habrá un tiempo en el que las he¬ridas cicatricen, se restablezcan los entornos de convivencia tra¬dicionales y se generen marcos de relaciones laborales más eficientes, integradores y equitativos.

Jaime Cabeza Pereiro

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