La reforma laboral de 2012 ha
asestado un golpe bajo a los equilibrios en nuestro sistema de negociación
colectiva, mediante una serie de técnicas sobradamente conocidas. En este
contexto, el colectivo de juristas del trabajo debemos reflexionar sobre cómo
reequilibrar mínimamente la correlación de fuerzas en las mesas negociales,
para que el derecho a negociar las condiciones de trabajo mantenga su
virtualidad real. Parece mentira que parte de la doctrina mantenga,
hipócritamente, que este derecho no haya quedado lastimado con la Ley 3/2012 y
su antecedente RD-ley 3/2012. Solo concretos intereses corporativos pueden
justificar semejante afirmación, que no se mantiene desde una lectura e
interpretación mínimamente reflexivas de la norma vigente.
Hace diecinueve años que leí mi
tesis doctoral acerca del principio de buena fe en la negociación colectiva.
Después de haber pasado muchos años queriendo olvidarla, la he hojeado estos
días con cariño y he valorado en su justa medida el acertado criterio de mi
querido maestro, el profesor Gonzalo Diéguez, al plantearme este tema. Porque
ante la agresión económica al derecho de negociación colectiva, debemos volcarnos
en una defensa jurídica y de principios. La reforma de 2012 da pábulo a los
instintos depredadores de cierta teoría económica muy empeñada en la
devaluación de los derechos de los trabajadores, a cuyo fin las modificaciones
en los preceptos del Estatuto de los Trabajadores que regulan la negociación
colectiva constituyen una pieza fundamental. La primacía absoluta de los
convenios de empresa, la caducidad a plazo del contenido de los mismos, la
inaplicación masiva de sus condiciones o los arbitrajes gubernamentales
disfrazados de arbitrajes tripartitos constituyen ejemplos señeros de tales
inclinaciones.
Semanas atrás charlaba de todo
esto con la profesora María Fernanda Fernández y me sugería que habría que
redactar un código de buenas prácticas que, desde el mantenimiento del derecho
a la negociación colectiva tal y como fue concebido en la Constitución,
reestableciera pautas de comportamiento razonablemente guiadas por el principio
de buena fe. Me añadía que quizá yo algo tuviera que pensar y organizar,
conocedora como es de que algo había trabajado al respecto hace tiempo. Tal
vez. Sin duda que la negociación colectiva ha mantenido una sólida posición en
nuestro marco de relaciones laborales, sin que hasta la fecha ningún gobierno,
del signo político que fuera, hubiera cuestionado sus vigas maestras. Por eso,
la reforma de 2012 requiere una respuesta sobre valores comúnmente aceptados
por las partes sociales. Esos son los valores que, desde un profundo respeto
por la autonomía colectiva, habría que plasmar en un código que, como
instrumento no vinculante, plasmara pautas de actuación razonables, recomendables
y de buena fe. Al fin y al cabo, este principio vincula en todos los procesos
negociadores que regula el Estatuto de los Trabajadores. Y es, a la postre, un
principio imbricado en el contenido esencial de la libertad sindical, como ha
reconocido implícitamente nuestro Tribunal Constitucional, vg. en STC 107/2000.
Un código que explicite
razonablemente los derechos de información veraz de que son acreedores quienes
se sientan en el banco social para poder negociar en un pie de igualdad con la
parte empresarial. Que ponga de relieve el imperativo jurídico de que ésta se
siente con la intención de implicarse verazmente en el proceso negociador, con
la vista puesta en alcanzar un acuerdo. Que abiertamente denuncie las maniobras
dilatorias u obstruccionistas de cualquiera de las partes, o las que conduzcan
deliberada o negligentemente a una ruptura de las negociaciones. Que limite los
condicionamientos a la adopción de un acuerdo que, contextualizados, puedan
interpretarse como inasumibles para la otra parte (boulwarismo). O que, entre
otras muchas hipótesis, rechace las conductas de la empresa de conceder fuera
de la mesa a los trabajadores lo que se niega en las reuniones negociadoras,
con el deliberado fin de desprestigiar al sujeto sindical. Y, más en general,
todo el elenco de maniobras florecientes que tienden a sustituir la
representación de los trabajadores por unos “negociadores de paja” mediante
estrategias más cotidianas de lo que se suele admitir muy próximas a los más
sórdidos pactos de yellow dog contract
tan explicados en los ámbitos académicos.
Que ese código exista solo
depende de una pequeña voluntad y de una modesta iniciativa, cuya trayectoria
está por escribir.
Coa tua experiencia na materia e os teus coñecementos sería unha boa axuda para traballadores e traballadoras a tua aportación nesta materia.
ResponderEliminar¿Pero non che parece que toda a lexislación dende a reforma é un compendio de mala fé?
A idea é boa e tí, por coñecementos, experiencia e saber facer poderías aportar moito.
ResponderEliminar¿Pero non che parece que a propia reforma e demáis lexislación laboral está feita de mala fé?
Paréceme ben a idea. E máis vindo dunha persoa cos teus coñecementos e experiencia.
ResponderEliminarPero non che parece que toda a reforma está feita adrede a mala fé?