Dinlle
ao patrón a frol do meu esforzo
i a miña mocidade. Nada teño.
O
patrón está rico á miña conta,
Eu,
á súa, estou vello.
Esta estrofa, de la Longa Noite de pedra de Celso Emilio Ferreiro, expresa muy bien el
sentido de la norma de urgencia que ayer se aprobó en Moncloa. Sin complejos.
Sin la más mínima interlocución con las partes sociales. Sin el más mínimo
consenso político. ¿Qué más da? Dentro de unas semanas, esos 185 dedos
autómatas de la mayoría absoluta del Congreso perpetrarán una nueva agresión a
las personas de menores recursos convalidando el Real Decreto-ley con la excusa
de que es necesario preservar el equilibrio del sistema. Claro que sí. Pero,
¿por qué no se meten con las pensiones de mayor cuantía, sino siempre con los
mismos?
Hace tiempo que mostré mi oposición a ese desastre
que fue la Ley 27/2011 –la última reforma de la Seguridad Social- porque
perjudicaba espectacularmente a las pensiones de menor cuantía y las
expectativas de los trabajadores más vulnerables. Pero, por lo menos, esa
reforma contaba con la legitimidad política y la de los interlocutores
sociales. Este Real Decreto-ley que hoy se publica en el BOE solo cuenta con la
legitimidad de esa mayoría arrogante de la derecha más zafia y revanchista,
alérgica al principio constitucional de promoción de la igualdad material.
No voy a aburrir con un comentario técnico de la
reforma, pero sí que pondré de manifiesto sus aspectos más lamentables:
Primero.- Endurecimiento
de la jubilación anticipada. No discuto que haya que endurecer la voluntaria,
pero no la no obligatoria. Ya es muy desprotector que los que no alcancen la
pensión mínima sin complementos a mínimos no puedan optar a la jubilación,
animalada que hizo la Ley 27/2011 con el único objetivo reconocible de situar
por debajo del umbral de la pobreza a muchas personas. Ahora se incrementa el
coeficiente reductor de la pensión. Con el propósito evidente de castigar a los
trabajadores que han sido expulsados del mercado de trabajo. En términos
actuariales, y para quienes tienen carreras de cotización de 33 años, el
coeficiente es desproporcionadamente alto. Si a eso le llama el Gobierno
“favorecer la continuidad de la vida laboral” es que estamos todos locos. Se
trata de un colectivo que ha sido expulsado del mercado de trabajo. Ya es
bastante que les maltrate el mercado para que ahora los maltrate la Seguridad
Social. Pero parece que al PP no le preocupa esta “chusma”.
Segundo.- Nuevo candado para la jubilación parcial.
La reforma anterior se cargó la jubilación parcial en las pequeñas empresas
obligándose a cotizar por la totalidad de la jornada que le correspondería
hacer al trabajador parcialmente jubilado. Los trabajadores de las empresas
auxiliares parece que no son dignos de la jubilación parcial. Ahora se limita
el porcentaje de jubilación al 50 por 100, y además se exige una carrera de
cotización de 33 años. Lo del 50 por 100 –solo ampliable al 75 por 100 si el
relevista es contratado a jornada completa- pone muy de manifiesto qué poco ha
entendido la alegre muchachada que asesora a Sor Fátima que, ya desde las
épocas de Jacques Delors, la jubilación se concibe en Europa como un proceso y
no como un suceso. Y que nada han estudiado esos chicos, porque el tema de la
jubilación flexible es un tópico en avance, no en retroceso, allá donde hay
políticas sociales civilizadas.
Tercero.- Se lamina en la práctica el subsidio para
mayores de 55 años. Eso es gravísimo, porque se le despoja de todos sus rasgos
que tiene de puente a la jubilación. No es tanto la cuantía del subsidio- que
también- sino sobre todo la cotización al 125 por 100 de la base mínima. Poco
futuro le aguardo a esta cotización, dispendiosa para la derecha rancia. Aplicar
a este subsidio el requisito general de carencia de rentas de la unidad
familiar produce que las personas excluidas pasan a ser siempre personas
económicamente a cargo de otras. Es decir, los trabajadores maduros pierden el
único apoyo que tenían. Solo les queda por delante la dependencia económica más
soez. Hasta que lleguen a la edad de la pensión de jubilación. Que claro, será
una pensión mínima, por mucho que acrediten largas carreras de cotización.
Y es de película de Fellini que un precepto de esta
norma califique al colectivo de mayores de 55 años como destinatario principal
de las políticas de empleo. Y que alguien se crea que en estas épocas serán
ellos los primeros que salgan del paro. Por favor, ¡dejémonos de coñas!
Y cuarto.- El regalo a sus huestes: ya no va a
haber que hacer la aportación al Tesoro Público en las empresas con beneficios.
Basta con cargar la mano más con los trabajadores de menos de 50 años para que
los despidos de los mayores también queden libres de la aportación. Ya me
tardaba que ayudaran a sus amigos en este tema. Desde estas letras le doy mi
más efusiva enhorabuena a César Alierta y a los amarillos de la Telefónica.
Podría seguirse, pero ya basta. Insisto en que esta
norma es muy injusta. Habrá que recortar, no lo discuto. Pero habrá que recortar
por otro sitio, por las pensiones altas, no por las bajas. En estas épocas
recesivas, podría plantearse el umbral máximo de lo protegible. Pero lastimar a
los más indefensos es propio de un gobierno de matones asilvestrados. Así se
garantiza la Seguridad Social…para unos pocos. Y que no nos llamen imbéciles: a
la vez que se recorta, se les condonan las aportaciones al Tesoro Público a las
empresas amigas. Sin complejos.
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